jueves, 25 de febrero de 2016

BLIND WILLIE JOHNSON REVISITED

En sus pocos más de 45 años de vida, el ciego Willie Johnson dejo unos 30 temas que han servido de lugar común dentro de la historia de la música popular y, en especial, del rock and roll. Escuchar su música produce la misma sensación que entrar en un templo, es ese momento en el que, al margen de creencias, el miedo nos asalta por la presencia de lo desconocido y la carga de la culpa, pero también la sensación de protección, de que ese es el lugar seguro en el que podríamos estar cuando suenen las trompetas del apocalípsis. Es su historia tan triste como el más desgraciado de los blues: su ceguera producto del maltrato maternal, su infinita pobreza que lo hizo mendigar por las calles con su guitarra al hombro y su triste final, desahuciado por una enfermedad a la que le negaban el tratamiento por su doble maldición, ciego y negro.

Dos recientes obras me lo traen a la mente, dos obras que heredan y actualizan el sonido del maestro del slide o, mejor dicho, del knife style (conseguía ese peculiar sonido deslizando la hoja de una navaja, tratando de imitar el lamento de un violín). En primer lugar un disco del que podría ser el guitarrista más importante en lo que llevamos de siglo, Luther Dickinson, que con “Blues & Ballads (A Folksinger’s Songbook: Volumes I & II)” da un golpe maestro al recuperar aquel espíritu inicial que contenía discos de sus North Mississippi All Stars, sin “prácticamente” enchufar los instrumentos, en unas grabaciones que conservan el calor y la cercanía de un grupo de amigos que se reúnen a tocar alrededor de una hoguera. Esos amigos son Jason Isbell, Jim Lauderdale, Amy LaVere, Shardé Thomas, JJ Grey, Charles Hodges, Jimbo Mathus y la maravillosa aparición de Mavis Staples en el tema “Ain’t No Grave”. Es verdad que el disco adolece de cierta discontinuidad estilística, de hecho fue grabado entre Nashville y Chicago con diferentes músicos, y, quizás tenga una duración fuera de lo común , hasta 21 temas. Pero para mí, ambos situaciones son motivos de celebración; pasamos de un sonido básico, a madera Martin -casi se huele- que te dan el calor de las juke-joints, a grabaciones más aguerridas, con retazos suficientes de electricidad que me llevan a las habitaciones de la château Villa Nellcôte, donde Keith Richards se “ponía las botas”. Es un songbook que bien podría ser el legado de un artista en las postrimerías de su vida, pero no, con poco más de cuarenta años ha tenido el gusto hasta de crear un libreto con las partituras de cada canción. Canciones bonitas de verdad como ese inicio con “Harry Up Sunrise” o temas más honky tonk como “Bang Bang Lulú “; el encuentro con su admirado Othar Tuner y su noble parentela en esa joya que es Mean “Old Wind Died Down”; “How I Wish My Train Would Come” es favorita, me llega al corazón con esa mandolina, el grito del tren con un Hammond, bonita de verdad; maestría en el slide en “Let It Roll”, ahí está la evolución del holy blues de Johnson; como un Ry Cooder primerizo se entrega a la pura antropología con el folk más puro, encuétralo en “Mayor Langford”; si Dickinson hubiese hecho disco lleno de de temas como “Blow Out” o “Devilment” lo estaría petando en el “caralibro”. Es en esa espiritualidad que rige toda la obra, las afinaciones abiertas y su gospel brutal donde me acerca al maestro Blind Willie Johnson.

La segunda obra es un homenaje directo al bluesman tejano: God don't never change - The songs of Blind Willie Johnson. Un disco tributo con estrellas del pop, que le deben más que su fama, y si no compara la voz de Tom Waits con la de Johnson. En él hay un breve repaso, pero que cunde sobre sus temas más célebres. Tom Waits lo borda en los dos temas que canta, con su peculiar cacharrería (más comedida que otras veces), “Soul of a man” y “John The Revelator”; otra que saca lustre, bien parapetada por guitarras afiliadas es Lucinda Williams, su “fantasma” de este año es Willie Johnson total en el karma, a ella le toca, además, el tema que da nombre al disco; quizás los más flojos son de Sinead O'Connor y Cowboys Junkies que lo llevan a un terreno pop que le quitan todo el dramatismo; no fallan Maria Mackee y Blind Boys de Alabama en eso gospels fastuosos que son “Mother's Children have a hard time” y “Let Your Shine Light On Me”. Sorprendente la versión de Rockie Lee Jones del “Dark Was The Night, Cold Was The Ground”, un tema instrumental en el que sólo se percibe el slide de Johnson y sus gemidos (algunos expertos aseguran que pronuncia algunas palabras sobre la crucficción), sorprendente porque ella lo canta con una letra que lo aparta del original, casi irreconocible pero precioso también. El disco se completa con Luther “otra vez” Dickinson y Susan Tadeshi que lo bordan en “Bye Bye I'm going to see the king” y el fenomenal “Keep Your Lamp Trimmed And Burnning”

Johnson dejó de grabar allá por 1930, aunque vivió -eso de que vivió es un decir- hasta el 49, supongo que en esos años duros siguió cantando y seguro que tuvo bastantes temas con los que ilustrar la dureza de sus canciones; un tipo que dedicó su vida a cantar a dios y murió sobre los escombros de las ruinas de su propia casa.




lunes, 8 de febrero de 2016

MIRAFLORES: MIRAFLORES (2014)



Esta entrada empieza con un flashback: en él me veo atravesando la barriada de Pino Montano, al encuentro de un amigo con el que con frecuencia quedaba en mis años perdidos de estudios en la universidad de Sevilla. Solía hacerlo andando por eso de ahorrarme unas pesetas de entonces en el bonobus y apretar la exigua economía que me respaldaba. No puedo, por unos segundos, hacer otra cosas que contener la respiración recodando aquel edificio destartalado y angustioso que se levantaba amenazante en aquel recorrido, el manicomio provincial Miraflores; un internado público para enfermos mentales crónicos y agudos, se decía que tenía capacidad para más de mil. Imaginaba con mi colega el guión para un comic o una peli B en el que los "locos" escapaban y llevaban al caos a la ciudad. A mí memoria viene también una pancarta que me inducía a ahondar más sobre esta fantasía; sobre la fachada de ladrillos vistos se podía leer "salta la tapia" y curiosamente algunos carteles que anunciaban conciertos pasados de gente como Pata Negra, Silvio y Barra Libre o Kiko Veneno. Más tarde me enteré que se trataba de una campaña que tenía como objetivo la integración social del enfermo mental en su entorno inmediato. Estos tipo de centros, horribles y que inducía con toda seguridad a más sufrimiento tras sus muros, ya nos existen; mi amigo, tras una leve sonrisa cruel,  decía que lo primero que hacían cuando entraba un "loco" era fumigarlo. A principios de este siglo el centro quedó inutilizado y hoy, como un condenado en el corredor de la muerte, espera a su inmediata demolición. 
La culpa de esto, de reavivar ese extraño recuerdo, lo tiene una magnífica banda de rock sevillana que en el 2014 sacaron su primer disco, y que actualmente siguen de gira promocionándolo, se trata, lógicamente, de Miraflores. Banda nacida al calor de otros grupos independiente de la escasa escena rockera hispalense como Sick Buzos, Salieri, Sr, Chinarro, Batiscafo. Con su disco homónimo Miraflores hacen un viaje hasta el rock más pantanoso avalado por dos ejes principales, por un lado el rock más visceral y primtivo de grupos australianos como Scienticts, Beats of Bourbon o, por citar un contemporáneo, The Drones; y por otro lado la calidad musical y elegancia de los grupos del post-punk ochentero como The Fall, Creepers, Gallon Drunk o The Sound. Además, yo añadiría, la inevitable influencia de Stooges u otros grupos con cierta carga de mala leche garagera como Mudhoney.
De ahí salen once temas descarnados y adictivos, cantados de manera impresionante por Emilio R. Cascajosa (no he escuchado nadie en este país que pueda cantar así), al que se une Jaime Neira a la batería, Javier Neira a la guitarra, Selu Baños al bajo y Ernesto Ojeda a los teclados. Grabado en esa factoría que se está convirtiendo en el auténtico catalizador del rock en el sur, los estudios La Mina de Sevilla. Brutal ese arranque con "Endless Night" que helaría al propio Nick Cave de los tiempos de Birthay Party, en la misma línea que otro tema tremendo, "Bad Vibes" en la que Cascajosa me gana de todas todas, con esos matices vocales desquiciados (insisto, no he escuchado a nadie por aquí hacer esto); "She Says" , "Shake The Pressure" o "Drowning By Stars" son de esos temas que me recuerdan tanto al movimiento británico afterpunk y que invitan inevitablemente a la recuperación tras el trance swamp anterior; y en esa onda más Detroit, se quedan temas favoritos como "Right Now" y "Birmingham". Así hasta once temas que es de lo mejor que se puede escuchar por estos lares,  para nada un disco difícil, oscuro o innacesible; es el rock perfecto para espantar la psicosis, el que podía haber derribado los muros del infame e insano edificio. Escúchalos en su bandcamp.